La gran sonata para piano de martillos ha sido siempre un desafío para cualquier
músico que se precie. Juan se empeñó en interpretarla en el concurso y las
sonrisas de escepticismo no tardaron en aparecer en muchas caras. Las mismas
que se asombran tras el primer movimiento, y que llegan a las lágrimas con el
impresionante adagio que recorre como
una caricia al ya entregado auditorio. Al acometer la fuga del último movimiento, la sala es incapaz de respirar en sus asientos
y estalla en aplausos cuando Juan, exhausto, finaliza brillantemente la pieza.
Algunos, incluso, se ponen en pie, recompensando el esfuerzo de tantos meses de
preparación. Casi parece increíble.
Juan les mira serio, sudoroso, con los brazos
cruzados, marcando las distancias. Les observa, sin pestañear. No hay un gesto
en su cara que denote lo que puede estar pensando. Pasea su mirada azul por el
patio de butacas del auditorio plagado de gente que aplaude entusiasmada tras
anunciarse que él es el indiscutible ganador del Concurso.
Yo ya sabía que sería así. Estaba convencida
de que les dejaría a todos boquiabiertos. Juan es un chico con un talento
especial, lo supe la primera vez que le senté frente a un piano y de eso hace
ya más de tres años.
Los aplausos se alargan en el
tiempo y Juan se impacienta. Ve sonreír a sus padres y a su hermano pequeño, eso
le gusta; pero se siente incómodo siendo el centro de atención de tantos
desconocidos.
Sus grandes ojos me buscan en las primeras
filas y, con un par de zancadas, baja a buscarme para llevarme de vuelta con él
al escenario. Conmigo se siente seguro.
Los nervios hacen que clave las uñas
en mi brazo, inconsciente de que eso me hace daño. Le miro y, en voz baja, le
insto a calmarse y relaja la mano que aprieta mi brazo. Con el control que
parecía tener hace un momento, interpretando extasiado una de las piezas más
complejas de Beethoven. Se miraba las manos, absorto, mientras éstas corrían por
las teclas del inmenso piano de cola situado en el centro del escenario.
Durante la interpretación, Juan había permanecido con la mirada perdida en el
infinito del atril vacío, mientras las notas de la “Hammerklavier” cobraban
vida propia. Se balanceaba en la banqueta siguiendo el ritmo de una pieza
aprendida de memoria por propia exigencia y voluntad. Siempre ha sido un perfeccionista,
convirtiéndose en un experto del tema. Un virtuoso al piano que, ahora, obtenía
su recompensa con un auditorio entregado y emocionado después de oírle tocar.
Uno de los miembros del jurado le hace entrega
del diploma y le pide que diga unas palabras. Pero Juan se ve incapaz de hablar
frente a tanto desconocido y, con una simple mirada, busca mi complicidad. No
tengo nada preparado, pero sé lo que debo decir:
—Gracias a todos. —Mis palabras se mezclan aún
con los últimos aplausos del público—. Soy Ana Diez, la profesora de piano de
Juan. Él es un poco tímido… por eso seré yo quien hable. Ante todo, de nuevo,
gracias por estos aplausos. Ahora os contaré algo sobre Juan para que le conozcáis:
tiene dieciséis años y está terminando secundaria, le encanta jugar al Risk, lo sabe todo sobre la vida y obra
de Beethoven, os puedo decir que es un perfeccionista, disciplinado a veces,
cabezota otras, lector impenitente de Poe, tiene alergia a los gatos y es
autista. Hubo quién le quiso quitar la idea de presentarse a este concurso
porque, de todas las cosas que os acabo de decir, sólo supo quedarse con la palabra “autista”,
olvidando las demás. Como veis, no se puede definir a Juan con una sola
palabra. Por suerte, no todo el mundo es así…
Juan me coge del brazo para llamar mi
atención. Le da vergüenza cuando hablan de él. Me giro y le veo decidido a
hablar. Le sonrío y me devuelve la sonrisa. Se acerca al micrófono y su voz adolescente
rompe el impresionante silencio del auditorio:
—Gracias.
Un serio y simple “gracias” que arranca de
nuevo los aplausos de la gente. Juan se vuelve hacia el piano buscando el
refugio de la banqueta. La coloca con exquisita precisión y hace un reprise del Allegro de la sonata. Supongo que es la mejor manera de ponerle final
al discurso.
Imagen:
http://www.deviantart.com/art/Piano-Rainbow-121020493