viernes, 22 de julio de 2016

Sin musas y a lo loco



Es lo que tiene el verano, todos necesitamos vacaciones, de una manera o de otra, y mis musas, que son unas caprichosas, hace días que hicieron la maleta y volaron lejos de casa.
Por lo tanto, por falta de musas, me veo en la obligación de cerrar el chiringuito hasta septiembre, fecha para la que me han prometido volver.
De todas formas, como no puedo estar sin abrir la boca tanto tiempo, seguro que me dejo caer por las redes sociales para ver cómo está el patio, que ya sabemos todos que es particular…
De momento, quiero dejaros un regalo antes de marcharme.
Ya os conté ayer que se cumplen cinco años desde que asomé las orejas (de gata) en este blog. Es una fecha redonda que coincide con la publicación (en versión digital) de ‘Con nombre propio’ en la plataforma de amazon. Por eso, esta noche, a partir de las 0:00 h. y durante este fin de semana, podréis conseguirlo de forma gratuita para vuestro uso y disfrute, para que os lo llevéis de viaje y aireéis a mis criaturas, que están deseosas de conocer mundo y gente.


A la vuelta, en septiembre, habrá noticias, habrá proyectos, habrá reencuentros y habrá que trabajar duro, que mis criaturas son muy exigentes y no me consienten un solo fallo.
Disfrutad del verano. Disfrutad de los pequeños detalles, que son los importantes. Y disfrutad de un libro, el que más os guste, porque eso engorda la imaginación y esta, casi siempre, está muerta de hambre.

Nos vemos en septiembre.

jueves, 21 de julio de 2016

Hagamos números...



Aunque no me guste demasiado, hoy toca hacer números…
A mis espaldas: un evento irrepetible —como fue “El poder de la voz”—, un libro publicado (de momento), un puñado de premios —a destacar, el Tiflos en 2013—, más de doscientos cuentos lanzados a las redes (sociales), veintitantas lecturas dramatizadas por ACTORES que lo dan todo con su voz, un saco sin fondo de historias a la espera de ver la luz,  algunos artículos en periódicos —digitales o no—, varias entrevistas, reseñas…
Y así, casi sin darme cuenta, han pasado cinco años ya…
Y es que un 21 de julio de 2011, no pude soportarlo más y abrí un blog (“Cuentos de Cat”), donde dejo a mis criaturas que campen a sus anchas, contándonos solo aquello que ellas quieren y demostrando que las cosas no son lo que parecen.
Hoy no hay extracto del libro ‘Con nombre propio’, ni tampoco un relato nuevo (o a medio usar). Hoy os invito a que os deis una vuelta por el blog, nada más. Pasad sus páginas, aunque falten algunas. Corred entre sus líneas, sin miedo a tropezar. Y dejad que mis criaturas os sorprendan, os enamoren, os aterroricen, os cojan de las solapas y os agiten por dentro.
Pronto habrá noticias, cosas que contar, nuevos proyectos y otros no tan nuevos… Pero, de momento, no quería, en este día tan importante para mí, dejar pasar la oportunidad de deciros:

Gracias por estos cinco años. Porque, si esto ha llegado a ser algo, ha sido gracias a vosotros. Vosotros que habéis dedicado parte de vuestro tiempo a perderos en estos Cuentos de Cat que, en el fondo, no son más que historias cotidianas que nos pueden pasar a cualquiera… o no. Gracias por dejaros conquistar por mis criaturas, personajes locos o demasiado cuerdos, que vagaban por los caminos virtuales buscando alguien a quien contar sus múltiples vidas, ya sea por escrito o con su propia voz.
En su nombre y en el mío, gracias a todos.

Cat.

Imagen:
http://moviefreak.deviantart.com/art/Lucky-Numbers-30813941

miércoles, 13 de julio de 2016

Gabriel. ('Con nombre propio')



Son casi las doce. La casa está en silencio, a oscuras, en calma. Y por fin puedo pensarte. Camino descalzo procurando no hacer ruido. Todos duermen ya: mi mujer, mis hijos.
Miro, aburrido, el ir y venir de los peces dentro del acuario. Ese maldito acuario al que mi mujer dedica más tiempo que a mí. Me acerco a la ventana para fumar uno de esos cigarrillos que el médico me ha prohibido. El viento mueve cadencioso las cortinas y la brisa alborota mi pelo, esparciendo por la habitación el humo de este cigarro clandestino. En la calle, apenas si se oye una sirena  que se aleja, escandalosa. Y en la escalera, los tacones de Nuria me avisan de que vuelve a casa después de todo un día de trabajo.
La imagino entrando en casa, saludando al gato con un gesto cariñoso, quitándose los zapatos y dejándolos por medio, entrando un momento en la cocina para coger un brick de zumo y llevándoselo a su dormitorio…
Veo cómo se enciende la luz de su habitación, rutina de cada noche que yo sigo en silencio escondido en la oscuridad de mi despacho. Sé que Nuria no sabe que la miro y eso me gusta y, a la vez, me apena. Soy un espía, observándola en su vulnerabilidad, en su intimidad.
El viento mueve sus cortinas y puedo ver su cuerpo reflejado en el espejo mientras se desnuda. Está tan guapa con ese vestido azul, ligero, de tirantes finos, tan sencillo de quitar...
Recoge su pelo en una larga coleta alta, dejándome ver sus hombros, y desliza la cremallera de la espalda. Baja lentamente los tirantes y el vestido cae resbalando por su cuerpo delgado. Y no puedo apartar la vista de esa silueta que apenas se adivina al trasluz de las cortinas.
Despreocupada, va y viene por la habitación intentando poner un poco de orden, mientras en mi cabeza reina el caos (…).

miércoles, 6 de julio de 2016

Ana. ('Con nombre propio')




Ana se mira en el espejo y observa la imagen patética que éste le devuelve. Frente a ella, un cuerpo delgado, fibroso, cincelado a base de gimnasio y algún retoque de bisturí que jamás confesará. ¿Cuántos años puede tener? ¿Cuarenta? ¿Cincuenta? Nadie lo diría.
Quien la viera ahora no creería que es esa mujer fría y calculadora que arrasa a su paso, conduciendo con mano dura los designios de una importante empresa. Esa a la que nada parece afectarle. La que nunca concede una tregua cuando se fija un objetivo, consiguiendo siempre quedar por encima de todo y de todos. Nadie sería capaz de encontrar ni uno solo de los rasgos de esa Ana en el reflejo que ahora aparece en el espejo.
Ante ella sólo hay una niña vulnerable y huidiza, de esas que se acobardan con la sola presencia de un desconocido desnortado que las aborda en plena calle.
Se acerca al espejo y apoya las manos en el cristal. Al otro lado, la niña grita por salir, por escapar de esa otra realidad, por encontrar alguien que la abrace y consuele, alguien que quiera cuidar de ella.
Ana cierra los ojos por un segundo. Le asquea la imagen que el espejo le devuelve. Piensa que todo sería más fácil si estuviera entre los brazos de aquél que había logrado conocerla tal cual era, protegiéndola, cuidándola; y que, de pronto, había decidido dejarla sola sin tan siquiera una explicación.
Apoya la frente en el espejo. Exhala un suspiro. Abre lentamente los ojos, con resignación. Puede ver su cara a través del vaho que se ha formado, borrosa, desdibujada. Sus ojos inermes buscan consuelo… En vano.
Violentamente se retira del espejo, con rabia, con asco, despreciando la imagen que ve. No puede permitir que nadie encuentre esa niña frágil y endeble. (…)