Año nuevo, casa nueva.
Mis criaturas y yo nos mudamos. Nos vamos a otra casa: más grande y mejor.
Podéis pasaros a visitarnos.
www.catyuste.com
Allí os espero... Traeros un buen puñado de palabras para estrenar los comentarios de la nueva página.
miércoles, 30 de enero de 2019
lunes, 31 de diciembre de 2018
Brindemos...
Este brindis se ha convertido en todo un clásico, para desgracia
de mis detractores y regocijo de mis aliados. Y, aunque hay años en los que os
aseguro que me cuesta levantar la copa, no podía dejar de brindar con vosotros,
de hacer repaso y desearos lo mejor, por encima de todo.
En este año de premios, de éxitos, de pérdidas, de idas y venidas,
de proyectos que se malogran y de otros que llegan a buen puerto, de principios
y finales, de imprevisibles encuentros y de despedidas Inevitablemente amargas…
En este año tan complejo y tan convulso, hay que buscar —y rebuscar— al fondo del saco de las cosas que nos han pasado
para sacar lo mejor, lo reseñable, lo que se quedará parado en ese álbum de la
memoria.
No sé a vosotros, pero a mí el 2018 se me ha pasado volando.
Raudo y veloz, a la espera, casi siempre a la espera de acontecimientos, como
una vulgar Penélope de nuestros tiempos. Y otras tan distraída por mis propios
pensamientos, que no he sido capaz de ver lo que iba sucediendo, lo que iba
pasando y lo que se iba quedando en el camino.
Un año de grandes logros. Con un cortometraje y su nominación
a los Premios Pávez; con un nuevo libro y su impresionante acogida por parte de
todos vosotros; y con un PODER DE LA VOZ redondo y pletórico donde, más que
nunca, las historias y las voces han maridado en una sintonía mágica y
perfecta.
Un año en el que también he perdido trenes, ritmo, oportunidades
y tiempo. Cada cosa en su injusta medida pero, por suerte, de destilar estas pérdidas
es de dónde más se aprende.
Imposible, en este día, no acordarme de Pepe Mediavilla, el
Maestro, el Decano, mi Pepe… Retumban en mi cabeza sus palabras, en un bucle
constante, y la llamada que anunció que se nos había ido, sin remedio y sin
consuelo para los que nos quedamos aquí.
Por eso, por todos los que están y los que se han ido, por
los objetivos conseguidos y por los que se nos han quedado en el montón de tareas
pendientes, por lo que nos hemos prometido que nunca más volveríamos a hacer y por
lo que hemos jurado que continuaremos haciendo…
Levanto mi copa con vosotros y brindo por un 2019 lleno de
todo lo bueno y vacío de todo lo malo.
Brindemos, ilusionados, por este lienzo en blanco, por este
nuevo comienzo, por este nuevo capítulo que se abre ante nosotros, dándonos la oportunidad
de mejorar y de aprender, de llegar lejos,
allá donde realmente debemos estar. Por los proyectos que empiezan…
¡FELIZ 2019!
Cat
jueves, 27 de diciembre de 2018
De "Cuentos de metro"
Estamos en esas fechas en las que, supuestamente, la familia
se reúne en torno a una misma mesa… También, mis criaturas, envidiosas y excéntricas,
han decidido reunirse en torno a un mismo lugar: el metro y sus aledaños.
Con ese motivo —y por el simple hecho de que hace mucho, más
de dos años, que no publico libro nuevo—, sale a la venta mi tercer libro:
“Cuentos de metro”.
Una antología dividida en siete líneas de longitud variada,
temática diferente e igual realismo y realidad.
Unos cuentos que, para tranquilidad del personal, no
explotan la historia facilona ni tampoco desangran eso que llamamos amor hasta
provocarnos una subida de azúcar difícil de controlar.
Esta colección contiene treinta relatos, treinta
situaciones, treinta personajes que espero os hagan reflexionar y con los que
os sintáis identificados.
Podéis encontrar el libro en dos formatos —ebook y papel— en
esa gran librería en que se ha convertido amazón.
La portada, deliciosamente acertada, es una creación de
Diego García Castillo. Y, como podéis ver, no he podido elegir a mejor
ilustrador para ponerle color a esta colección que sucede en el suburbano y sus
alrededores.
Un libro perfecto para los tiempos muertos. Una lectura que
sólo os llevará cinco minutos por cuento… y el resto del día para digerirlo.
Si alguno de vosotros se arriesga a llevar a casa a mis
criaturas, le voy a pedir un discreto favor. Deja un comentario en la página de
amazon y avísame por cualquiera de las vías que tengas a mano… Tendrás derecho
a un regalo, por tu tiempo y por tus palabras.
Disfrutad o sufrid de esta nueva legión de criaturas que se
mueren por conseguir vuestra atención y vuestro cariño.
lunes, 10 de diciembre de 2018
Empezamos la cuenta atrás...
Después de tanto tiempo sin
publicar algo nuevo, ya tocaba sacar a pasear a mis criaturas en una nueva y
flamante antología.
Algunos de los relatos que
podréis leer en esta colección, se pueden encontrar —en una versión adaptada—
en mi canal de Youtube, interpretados por algunos de los mejores actores de
doblaje del país.
Esta vez tenemos treinta
historias, treinta personajes, treinta criaturas que nos abren las puertas a su
interior y nos cuentan, a su manera, lo que ellas ven y lo que ellas quieren
que veamos.
Una antología que cuenta con una
deliciosa portada creada por Diego García Castillo, donde el color y el diseño
encierran el alma de los cuentos que forman este viaje, urbano y personal, a
través de treinta personajes y treinta historias, donde las cosas no suelen ser
lo que parecen.
Mis criaturas están impacientes… En
esta semana verá la luz este nuevo libro: Cuentos
de Metro.
Empezamos la cuenta atrás….
miércoles, 24 de octubre de 2018
EL PODER DE LA VOZ IV
Lo suyo es escribir un texto largo y detallado haciendo
crónica de la última edición de EL PODER DE LA VOZ. Contar lo que sentimos,
contar lo que vivimos, contar…
Pero eso es imposible esta vez. No hay palabras que puedan
describir las emociones que vivimos el pasado día 20 de octubre.
Por eso, y de momento hasta que estén los vídeos de la Gala,
os dejo con un reportaje delicioso que han hecho los compañeros de
TodoTalavera.
Gracias a todos los que hicieron posible esta CUARTA EDICIÓN.
martes, 31 de julio de 2018
Siete años, site cuentos: K DE PICAS
Y llegamos al último día del mes con el último de mis
favoritos: K DE PICAS.
“El poder de la voz”: un cuento dedicado al doblaje, a los
actores de doblaje que tan importantes son para mis criaturas, para mis cuentos
y para mí. Y estaba claro quién tenía que ser el responsable de interpretar
este texto: Don José Fernández Mediavilla, Pepe Mediavilla.
Voz inconfundible, tristemente desaparecido el pasado mes de
abril, y que fue el responsable de abrir la 1ª edición de EL PODER DE LA VOZ (y
de cerrar, juntos a sus hijos, la última edición).
Hecho a medida, por y para él, recopilando detalles de su
vida y sus propias palabras al hablar de su profesión.
Quise que, poniéndole a él, a Pepe, como ejemplo,
sintiéramos lo que vive un actor de doblaje cuando trabaja, cuando sale a la
calle pasando desapercibido, cuando la inmensa mayoría de la sociedad no
reconoce su trabajo y como, a pesar de lo ingrato que pueda resultar, sigue haciendo
magia y dándonos escenas para el recuerdo.
Un cuento que, tras
la muerte de Pepe, os confieso que no he
sido capaz de volver a escuchar. Un cuento que transmite ternura y pasión, que
nos hace sonreír y nos emociona también, como Pepe, con su socarronería y sus
anécdotas, con sus consejos y sus lecciones, como MAESTRO que era, como MAESTRO
que es.
Y así cerramos esta celebración, estos siete años de
criaturas, de historias que nacen y mueren, de aventuras que continúan vivas mientras
les prestamos atención, de noches en blanco y días de sueño, de obsesiones y
necesidad de contar, de escenarios, de estudios, de actores y actrices, de
sonrisas y alguna lágrima furtiva, de vidas, de palabras y voces… ¡Por otros
siete años más!
En recuerdo de Pepe Mediavilla. «Tu princesa te echa de
menos».
lunes, 30 de julio de 2018
Siete años, siete cuentos: Q DE PICAS
El tiempo pasa y los cuentos desfilan… Hoy toca la Q DE
PICAS: “Vecinos”, aunque no sé yo si debería llamarlo cuento… porque,
ciertamente, es más un “microteatro”.
Una casa, un escritor, un violín y una obsesión: estos
podrían ser los pilares de esta historia que, a pesar de estar pensada para ser
un cuento al uso, acabó convirtiéndose en una de las ficciones sonoras de EL
PODER DE LA VOZ con más éxito de todas las ediciones. Y digo esto porque, para
mi sorpresa y regocijo de mis criaturas, fue la primera vez que se interrumpe
la lectura por los aplausos del público. Pero creo que los verdaderos
responsables de esa explosión del público fueron los actores que dieron vida a
la historia: Héctor Cantolla y Gus Cantolla.
Os contaré un secreto: esta historia está basada en un hecho
real… Solo en parte, claro. Una amiga me contó que su vecina no paraba de
practicar con un violonchelo y yo, que convierto el más mínimo detalle en algo
que contar, decidí darle una vuelta de tuerca e inventar este “Vecinos”, que
tantas alegrías me ha dado.
Apaga la luz, hazme caso, siéntate en el salón de tu casa,
dale al play y cierra los ojos…
domingo, 29 de julio de 2018
Siete años, siete cuentos: J DE PICAS
Vamos llegando a final de mes y también al pódium de estos
siete cuentos, que han servido para celebrar estos siete años dándole a la tecla.
Y vamos con la J DE PICAS: “Sara”. Una historia con nombre
de mujer pero evocada e interpretada por un hombre: Eduardo Gutiérrez. Imposible
no añadir aquí que, como buen actor que es, me robó el corazón con esa manera
tan deliciosa que tiene para decir “vidriosos”.
Una historia que habla de la decadencia y la vida decadente
que nos rodea. Y, a su vez, nos dibuja el lujo y la elegancia de esas fiestas en
las que fingimos ser felices y cometemos excesos, apelando al hecho de que «los
demás también lo hacen».
Un cuento que nació de su escena final y que, poco a poco, a
base de escuchar jazz melódico y de dejarme influir por alguna película de la
época clásica de Hollywood, fue tomando forma hasta convertirse en un cuerpo
desmejorado y huesudo, enfundado en un precioso vestido de satén rojo.
Hay varias versiones de este cuento. Una de estudio, en
solitario, otra en el teatro, acompañado de Beatriz Melgares, y una en papel,
negro sobre blanco. Como comprenderéis,
os dejo la versión en vivo y en directo en el teatro de Talavera.
Venid a la fiesta y, copa en mano, observemos a Sara, que se
deja caer sobre la barra, envuelta en ese halo de misterio que siempre me
fascinó.
sábado, 28 de julio de 2018
Siete años, siete cuentos: CUATRO DE PICAS
Siete años, siete cuentos: “Tengo
superpoderes”
Y continuamos con otro de mis
cuentos favoritos: CUATRO DE PICAS.
Este relato, donde Lucía nos
cuenta como es su vida, es un reflejo de las miles de personas ciegas que viven
su realidad de una forma positiva y peculiar.
La idea surge por una
colaboración en uno de los blogs de MadridActual. Cuando me pidieron que escribiera
algo, no demasiado largo, sobre la temática que a mí más me apeteciera…, pensé
en contar la realidad desde el punto de vista de una persona ciega.
Lucía me ha dado grandes alegrías
y ha puesto el dedo en la yaga de la incomprensión y la invisibilidad del mundo
“vidente” en el que nos movemos. Un mundo del que tendemos a excluir a
cualquiera que no cumpla los requisitos estandarizados de normalidad.
Os dejo la versión escrita y
la versión sonora, con la voz de Sonia Ramírez, actriz protagonista del
cortometraje “Para Sonia”.
Disfrutadlo.
TENGO
SUPERPODERES
Aún no son las ocho de la mañana y aquí me
tenéis: helada de frío, sentada en un banco frente a mi casa, con el abrigo encajado
hasta los ojos, esperando a mi taxista de cabecera.
Me llamo Lucía, llego tarde a una reunión y soy ciega.
No me gusta presentarme así, por la misma razón
que cualquiera que esté esperando el autobús no dice: «Hola. Me llamo Jaime, voy
a coger el 43 y tengo mononucleosis». Pero es que más de uno (y de dos) me ha
tachado de borde por no saludarle, así que yo ya lo voy avisando por si las
moscas.
Tengo superpoderes. Pensaréis que estoy loca
y quizá tengáis razón, claro que para trabajar en mi gremio hay que tener un
toque de locura, pero es la verdad: tengo capacidades especiales que los demás
(la gran mayoría) no tienen.
Si entramos en un café, podría deciros que la
señora de la última mesa, en realidad, se está tomando un carajillo (y son las
nueve de la mañana) o que el tipo de nuestra derecha viene del gimnasio y ha
decidido no ducharse (gran error por su parte).
También soy capaz de mantener una conversación
mientras escucho las otras tres que hay a nuestro alrededor, saber el importe
de la moneda que se acaba de caer o la
talla de un pantalón sin necesidad de buscarle la etiqueta. Puedo haceros la mayoría de los cálculos matemáticos,
sin tirar de calculadora, y he desarrollado una memoria prodigiosa a la hora de
recordar números de teléfono, fechas, calles, convirtiéndome en una agenda con
patas, muy solicitada entre mis amistades.
Me encanta descubrir qué me han regalado sólo
con la avanzadilla de coger el paquete, agitarlo, apretarlo y soltar la bomba:
“es un juego de pulseras con cuentas de madera», dejando sorprendidas a las
visitas con mis dotes adivinatorias. Descubrir quién es quién con un simple
«hola» cazado al vuelo. O, con mi súper sentido del gusto, ser capaz de
descodificar un sabor hasta reducirlo a un puñado de ingredientes.
A estas alturas estaréis pensando que soy rara.
No, yo no. La enfermedad que tengo, retinosis, sí que lo es, aunque a mí no me
gusta catalogarla así, (realmente, no me gusta catalogar nada). Prefiero decir
que es “exclusiva” porque somos pocos los que la tenemos. Eso nos convierte en
personas únicas e irrepetibles que se mueven por la ciudad (y por la vida)
haciendo uso de sus superpoderes.
Quizá penséis que es una pena vivir así, sin
poder disfrutar de los colores de un atardecer, de una película o del tipo
guapo que se me ha sentado al lado en el metro. No lo veo, es cierto, pero ¿no
creéis que si fuera tan importante ver, todos podríamos hacerlo? Yo puedo
sentir el calor de ese atardecer, disfrutar de las fabulosas voces de nuestros
actores de doblaje o, si la cosa sale bien, quizá descubra que, bajo el
llamativo envoltorio del chico guapo del
metro, hay alguien mil veces mejor.
Yo no le doy demasiada importancia a estos
detalles de mi día a día pero, ciertamente, mi vida es una colección de retos
que me obligan a estar activa, despierta, porque si el “juego” me resultara demasiado
fácil sería muy aburrido.
Ahí
llega mi taxi. Las prisas me reclaman. Nos vemos...
viernes, 27 de julio de 2018
Siete años, siete cuentos: TRES DE PICAS
Se nos acaba el mes, pero no los cuentos. Vamos con el TRES
DE PICAS.
De esta historia hay dos versiones: una en formato
narrativo, de la que no conservo ninguna copia, y la versión teatralizada que
se utilizó en la 2ª edición de EL PODER DE LA VOZ.
Un cuento donde, siguiendo la premisa típica de mis
historias, las cosas no son lo que parecen. Una última conversación de un
matrimonio mientras el marido prepara la maleta se convierte en toda una
declaración de principios… y finales.
En el teatro, pudimos disfrutar de esta ficción sonora con
dos ACTORES en mayúsculas, Elena Ruiz de Velasco y Rafa Calvo, que mantuvieron
el suspense y la incertidumbre hasta el punto final.
En esta noche de luna roja, disfrutemos de los besos que se
guardan en cajas para su conservación.
miércoles, 11 de julio de 2018
Siete años, siete cuentos: DOS DE PICAS
A veces llega primero la voz y después la historia. Este relato
es un claro ejemplo. Continuamos con el DOS DE PICAS: “Victoria”.
Poder contar con Antonio Esquivias para la 1ª edición de EL
PODER DE LA VOZ fue un lujo. Su voz da mucho juego y eso me puso las cosas muy
fáciles… Lo que no esperábamos ninguno es que se creciera tanto y tanto sobre
el escenario, arrancándole al público uno de los aplausos más intensos de la
noche.
Un momento tan relevante como la recogida de un premio se
puede transformar en un momento inolvidable para todos los asistentes a ese
evento, incluida Victoria que, sorprendida y abrumada por la situación, escucha
desde el público con todos los ojos puestos en ella.
De este cuento no hay grabación de estudio, ni falta que le
hace, porque está claro que las mejores interpretaciones siempre son en directo
y al calor del público.
Poneros vuestras mejores galas para asistir a esta entrega
de premios que ya ha pasado a la historia.
VICTORIA
(La televisión nos muestra un hombre con esmoquin que sube a un
escenario a recoger un premio, mientras, el público aplaude puesto en pie)
Gracias a todos… Dicen que los premios a toda una carrera suelen
ser los últimos que te dan. Aprovechemos el momento…
En esta vida me he cruzado con gente buena. Muy buena. De esa que
no quiero perder y que llevo aquí, en este corazón al que ya le van fallando
las pilas. También me he encontrado con gente mala, grandes hijos de… que no
merecen un hueco aquí.
Todos sabemos que éste es mi último premio. Está claro que ya miro
la vida por el retrovisor… Soy mayor. Muy mayor. Mayor incluso para ser mayor.
Y, como tal, me puedo permitir el lujo de decir cualquier cosa. Decir, por
ejemplo, que nunca me he leído el “Ulises” de Joice, ni pienso hacerlo. Que la
voz de José Guardiola es mil veces mejor que la de Bogart, aunque los puritanos
de la versión original se me echen al cuello. Y también puedo decir que
Victoria Leiva llegará tan lejos como ella quiera, no lo dudéis.
Sí, Victoria. No puedo dejar de nombrarte en éste, mi último
discurso.
Te recuerdo cuando llegaste a Madrid. Una joven llena de
entusiasmo, preciosa, con más jeta que talento a la hora de actuar y con un
manejo en los idiomas que pronto te abrió las puertas… de todos los
dormitorios. Y así, cama a cama, has llegado donde estás.
Tranquila, preciosa, aquí todos sabemos de lo que estamos hablando.
Cuando nos presentaron, te ofrecí mi ayuda sin esperar nada a
cambio y, quien me conoce, sabe que esto
es verdad. Sin apenas darme cuenta, te tenía entre las sábanas y pensé que, en
el fondo, no estaba tan mayor si aún conseguía despertar esos deseos en una
joven como tú.
¡Error! Está claro que lo tuyo es la interpretación, preciosa. Ojala
fueras tan buena en pantalla como lo
eres en el dormitorio.
Tu carrera empezó a despegar y cada vez tenías más compromisos… de
cama, probablemente. Y me fui quedando en un segundo plano, tercero… hasta
desaparecer de escena.
Después, te veía en fiestas, colgada del brazo del tipo de moda y
yo pensaba: «¿Qué tendrá ese que no tengo yo?».
¡Éxito! Eso era lo único que tenían, éxito. Cinco minutos de
gloria. Eso es lo único que buscas, Victoria, y eres capaz de cualquier cosa
con tal de tener tus cinco minutos. Esa es la única razón de que hayas vuelto a
mi vida, porque hoy, por este rato, yo soy ese tipo de éxito.
Pero soy generoso y, como ves, te he cedido mis cinco minutos.
En fin, termino ya, lo prometo.
Gracias por este premio, significa mucho para mí. No sólo porque me
ha recordado que hay quien me quiere bien sino, y esto es exclusivamente para
ti, Victoria, porque me ha servido para darme cuenta de que todos estos años
deseando que volvieras sólo han sido una pérdida de tiempo. Búscate un taxi,
preciosa. No seré yo quién te lleve de vuelta a casa.
Gracias a todos…
lunes, 2 de julio de 2018
Siete años, siete cuentos. AS DE PICAS
Parece mentira… pero hace siete años ya que abrí, de par en
par, las puertas de este blog y, aunque últimamente lo actualizo poco, siempre
ha sido lugar de encuentro y reunión. Por eso, celebremos estos siete años de
locura con mis siete cuentos favoritos.
Empezamos por el As pe Picas, un clásico: “El hombre del
traje gris”. Repetido y reproducido hasta la saciedad, me sigue poniendo los
pelos de punta al escucharlo con la voz de Jose Luis Gil.
Un cuento melancólico y calmado, que nos envuelve y nos sitúa
en esa terraza de Madrid donde, sentado y solo, vemos a un tipo de traje gris esperando
la llegada de la alegría vestida de colores.
Un cuento que surgió por casualidad, tras escuchar una frase
cazada al vuelo al paso de una chica que siempre llevaba diminutos vestidos de colores.
Disfrutad o descubrid este delicioso cuento que contiene
todos los colores, incluido el gris.
Estoy cansado de mi vida, monótona,
aburrida. De casa a la oficina y de la oficina a casa. Vestido de gris. Solo,
siempre solo. Mi mujer se cansó de esperar a que volviera a quererla y un día,
al regresar del trabajo, había recogido sus cosas, la mitad de mi vida, y se
había marchado.
Todas las mañanas, a las nueve, ficho en la
oficina, un agujero donde quemo los días que me quedan, donde mis ideas caen a
la moqueta sin que nadie las aproveche. Café de máquina a eso de las once y
conversación absurda con dos tipos de administración de los que ni siquiera
conozco sus nombres. Y, a las dos, bajo a comer a la misma cafetería donde lo
único que cambia es la mesa en la que me acabo sentando: dentro en invierno y
en la terraza cuando llega el buen tiempo.
Cuando
como fuera, observo la gente que viene y va: los que bajan del 43, los que
entran en la boca del metro, los que cruzan despreocupados.
Ella apareció de repente. Un día me fijé que
una joven rubia, esbelta y pálida se sentaba unas mesas más allá a tomar un
café, haciendo tiempo para que llegara el 43. Unas veces vestida de verde,
otras de rosa, de rojo, azul…
He coincidido con ella cada día, a la misma
hora; apenas veinte minutos en esa terraza y en cuanto ve venir el 43, se
levanta corriendo y sube apresurada al autobús, hasta el día siguiente en que
vuelve a aparecer doblando la esquina, con sus vestidos de colores vivos:
granate, celeste, lila…
Sentado frente a ella, la miraba
ensimismado, hasta que un día comenzó a saludarme, sin más, sólo por el simple
hecho de vernos a diario en esa cafetería.
Es increíble cómo se ilumina la calle cuando
ella dobla la esquina, contagiando alegría. Y al pasar por mi lado, casi
rozándome, con su saludo sonriente, consigue arrancarme una respuesta tímida. Y
al ver a lo lejos el 43 enfilar la avenida, se levanta deprisa y me grita un
“hasta mañana”. Y entonces veo un vestido de color intenso correr a la parada y
perderse entre la gente.
Todos los días espero con ganas que lleguen
las dos para ver de qué color iluminará mi día ¿Naranja? ¿Morado? ¿Amarillo?
He decidido dejar de vestir de gris. Me he
comprado una camisa nueva, roja, por ver si hoy coincidíamos los dos en elegir
el mismo color. Entonces, me acercaré a ella para invitarle a un café y hablaremos
de las coincidencias, de los colores… Y, antes de que salga corriendo a coger
el 43, la invitaré a cenar. Y quedaremos esa noche, vistiendo del mismo color.
Cenaremos y, de la mano, la acompañaré a su casa, donde nos despediremos con un
beso que invite a algo más...
Por fin son las dos. He bajado a la
cafetería con mi camisa nueva de color rojo, pero hoy se retrasa. Quizá se
encontró con alguien, quizá ha ido a otra cafetería con ese alguien… Pasan los
minutos pero ella no aparece. Veo enfilar el 43 por la avenida. Me impaciento y
miro ansioso el reloj… Gris. Gris…
Me doy cuenta de que todo aquello es
absurdo. Nunca nadie como ella se va a fijar en alguien como yo, un hombre gris
que por un momento intentó llenarse de color, pero en el fondo sigo siendo
gris. Lo sé.
Ella no va a venir. Ni si quiera imagina que
la estoy esperando, que desde hace un tiempo es lo único que me levanta de la
cama. Sólo soy alguien al que saluda, al que nunca ha prestado atención. Por
eso hoy no ha aparecido, ni va a aparecer. Estoy convencido de que si se
hubiera acercado a mí habría acabado siendo como yo, pesimista, aburrida,
triste, amargada…
Veo inquietarse a los camareros que suben
nerviosos el volumen de la televisión. El telediario habla de una joven que se
ha arrojado al paso del 43. Sobresaltado, corro al interior de la cafetería
para ver lo que está pasando. Apenas unos segundos, no consigo distinguir las
imágenes, sólo un vestido de un rojo intenso que contrasta con el gris del
asfalto.
martes, 6 de febrero de 2018
¡Ojo a los Goya!
Martes. Frío. Muy frío. Es de noche. La ciudad
se colapsa y se hiela, a partes iguales.
Ya sé que mi taxista de cabecera
estará atrapado en el atasco, que este no es un buen día para sentarnos a
charlar y que parezco un bulto sospechoso, en lugar de una persona: con mi bufanda
de cuadros rojos y un abrigo que amortiguaría una caída desde el piso 42… Pero
estoy calentita y tengo ganas de comentarte los últimos acontecimientos.
No me niegues que el sábado
noche, con el frío que caía, te quedaste en casita, pegado a la televisión,
para disfrutar de la Gala de los Goya.
Yo sí, lo confieso, con mis palomitas
y mi móvil cerquita, que estas cosas no se ven con la misma intensidad si no
sacas la cabeza al patio de twitter, para dejar constancia de lo que opinas,
aunque no le interese a casi nadie.
La gala empezó con intención de
divertir… Pero esa intención se desvaneció en el momento en que los
presentadores abrieron la boca. No debe ser fácil llevar con buen ritmo una
gala como esta, pero está claro que Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla han
conseguido lo que nadie imaginábamos que se podía conseguir: que hubiera
plegarias en las redes por la vuelta de Dani Rovira.
Los más jóvenes del lugar —y te
incluyo a ti, joven padawan—, quizá no recordéis los tiempos en los que Rosa
María Sardá hacía vibrar al personal con su particular forma de llevar la gala.
Desde aquí —y esperando que secunde la moción mucha más gente—, ruego a quién
corresponda que vuelva la Sardá para ediciones futuras.
Dicho esto, fue una gala reivindicativa,
donde se habló mucho de la mujer y por la mujer, aportando una colección de
datos que pondrían rojo al más pintado. Pero, en mi opinión, con exceso de
zascas al sector masculino que aguantó con una sonrisa casi todos los comentarios,
y que en algunos momentos eclipsó la razón de ser de la propia gala.
Muy bonito y llamativo el detalle
de los abanicos rojos… Aunque, para la próxima, pónganle la tilde. LAS
MAYÚSCULAS TAMBIÉN SE ACENTÚAN.
Geniales, a mi parecer, las
mujeres que salieron a presentar y que tuvieron tiempo de hacer su discurso.
Personalmente, me quedo con Paquita Salas. «¡Ole tú!».
Detalle feo, como siempre, el
momento del recuerdo a los que ya no están. Cierto es que lo de los aplausos es
un agravio comparativo que no se puede controlar. El público aplaude, porque lo
siente así, y no se puede coartar su libertad a la hora de emocionarse. Pero yo
me centro en una petición más sencilla de subsanar y que llevamos años
demandando: una voz en off que vaya leyendo cada uno de los nombres. Es algo que
agradecerá mucho la gente de mi club (ciegos, invidentes, discapacitados
visuales… como nos quieras llamar) y todos aquellos que, por uno u otro motivo,
tampoco acierten a leer la pantalla. Y no me vengas con la excusa de la
lentitud, que en tres horas debería dar tiempo a todo.
Pero vamos a lo importante: ¿quién
se llevó el gato al agua? Pues tres películas que son para chuparse los dedos: ‘La
librería’, ‘Handía’ y ‘Estiu 1993’. En inglés, euskera y catalán… ¡Y qué viva
la diversidad y la madre que los parió!
Que todo el mundo debería hablar
inglés, está claro, pero no es así. Que el catalán se puede entender si nos
fijamos en el contexto, puede ser. Pero, dime una cosa: ¿cuántos conoces que hablen
euskera? Esto nos demuestra que el cine español no es solo en castellano y, por
tanto, todas estas películas se han tenido que doblar para su consumo generalizado.
Entonces, señoras y señores Académicos:
si las películas han sido dobladas para su distribución en la mayoría de los
cines… ¿me pueden decir el nombre del gremio artístico que se dedica a la
traducción sonora de una película? ¡EXACTO, EL ACTOR DE DOBLAJE! Ese que no
tiene un premio asignado en su gala, ese
que nunca es tenido en cuenta cuando se ondea la bandera del “cine español” y
ese que, si ha fallecido, quizá aparezca fugazmente en el momento “in memorian”.
Señoras y señores del cine, a ver
si se van dando cuenta de estos detallitos. Claro que yo sólo soy una chica ciega,
en un banco, soltando una perorata a quién la quiera escuchar. A nosotros nunca
se nos tiene en cuenta, aunque nuestras opiniones sean verdades como puños… Puños
como ese que acabó por aplastar a los presentadores y que puso fin a una gala
para recordar por lo reivindicativa y no por divertida.
En fin, que hace demasiado frío
para que sigamos aquí charlando y mi taxista ha conseguido venir al rescate.
No dejemos pasar tanto tiempo sin
coincidir en este banco.
Nos vemos.
Lucía.
viernes, 2 de febrero de 2018
Artículo de Lucía: Porque un libro no es sólo de papel
Sentada en mi banco, a la espera de mi taxista de
cabecera, disfruto leyendo el último libro de Millás.
¿Que cómo leo si no puedo ver? ¡De muchas maneras!
Nunca te lo he contado porque no quería darte envidia de todas las
posibilidades que tengo a mi alcance. Y es que, por suerte, un libro no es solo
de papel.
Está la opción clásica: en braille. Es lo más
parecido a leer “en tinta”, solo que usas los dedos en vez de los ojos. Pero no
es práctico, no es funcional. Un libro en braille ocupa mucho. Por ejemplo: “El
Principito” que en papel apenas ocupa las 70 páginas en un formato de bolsillo,
en braille se convierte en un armatoste de 35 cm de alto, por 27 de ancho y con
un grosor de unos 3 cm.
Yo leo en braille de vez en cuando, por ejercitar
el tacto. Pruébalo un día, busca una caja de medicamentos, por ejemplo, y
desliza el dedo índice por esos puntitos incongruentes… Las yemas de los dedos
son capaces de aprender a decodificarlos. Aunque pienses que es difícil, no lo
es. Cuando quieras te doy un curso intensivo y verás el partido que se le puede
sacar.
Otra opción que cada vez está más extendida, seas
ciego o no, es el audiolibro. Una “biblioteca sonora” que te acompaña allá
donde vayas. Voces de calidad leyendo solo para ti, envolviéndote con sus
palabras y contándote una historia que el autor ha inventado a base de mucho
esfuerzo y creatividad.
El problema es que, para ambas opciones, toca
esperar un tiempo prudencial a que el libro esté “traducido” a estos formatos.
Desde el momento que encargas la adaptación hasta que llega, pueden haber
pasado meses… Con el consiguiente riesgo de que, algún spoiler de los que viven agazapados por la ciudad, ya te haya
venido a destrozar la historia.
Por suerte, hay una tercera opción que elimina esta
tediosa espera: el libro digital. Y aquí quiero que escuchen bien atentos
aquellos detractores de este formato, para que entiendan por qué no deben librar una batalla contra
esta opción, ya que, para muchos, es la única manera de poder tener “a mano”
todo lo que se publica, al mismo ritmo que los demás.
El libro digital te permite llevar toda una
biblioteca en tu dispositivo. Solo se necesita una sencilla aplicación que lee
en voz alta, con voces cada vez mejores, fluidas y agradables, dándonos la
opción de poder escoger entre masculina o femenina, la velocidad, el tono, el
idioma… Y así, disfrutar de un ejemplar recién horneado y leerlo cuando aún es
noticia.
Las nuevas tecnologías, señores, es el
futuro y la inclusión absoluta, si ustedes quieren.
No todo el mundo es partidario, por la piratería,
por la idea romántica del libro como objeto y por eso de que “hay que leer en
papel”. Y tienen razón, a mí me encantaría, de verdad, pero puesto que no
puedo, que no me entornen las puertas de un mundo que está ahí esperando a que
lo viva con la misma intensidad que ellos.
Sin duda, leer en “tinta” es maravilloso. Sentado
en un parque, en el autobús o en la cama antes de dormir, asimilas las palabras
dándolas la entonación que quieres, hueles el libro, lo tocas, suena al pasar
las páginas, te llena las manos y tus ojos corren ligeros por los renglones,
devorando una historia que te ha atrapado y que no tiene pensado soltarte hasta
que tú no acabes con ella.
Es fantástico, algo mágico, de las mejores cosas
que podemos hacer en esta vida… Pero, cuando se te gastan las pilas y vives en
un perpetuo fundido a negro, hay que buscarse otras maneras de disfrutar de
esas historias. No es ni mejor ni peor, es distinto. Diferente. Y en esto, como
en casi todo, hay que respetar y entender que “cada uno sube las escaleras como
quiere” (o como puede).
Viene mi taxi. No dejes de leer, es bueno en y para
todos los sentidos.
Nos vemos.
Lucía.
Imagen:
https://minimoon.deviantart.com/art/Wall-to-Wall-books-60550365
jueves, 25 de enero de 2018
Viejas películas
Llevo años viviendo con un hombre que ya no me quiere. Apenas me
habla, si acaso para preguntarme qué hay para cenar o si ya está planchada su
camisa azul.
Al principio me dolía. No entendía cómo había cambiado tanto, él que
siempre fue tan atento conmigo. Supongo que había perdido mi atractivo. Los
años no pasan en balde y, sin darme cuenta, los míos me habían atropellado al
doblar la esquina. Las hechuras de mi cuerpo habían perdido su forma original.
Ni las dietas ni el pilates habían sido suficientes puesto que ya no conseguía
alimentar su deseo. La monotonía se había apoderado de mis conversaciones. Los
problemas de mi trabajo o los quehaceres domésticos vivían apostados en mi boca
y, lógicamente, eso acaba agotando a cualquiera.
Él también había caído preso de la rutina. Nunca se cuidó demasiado
pero, al menos antes, me hacía reír. Ahora, me conformaba con que no me hiciera
llorar.
Para él todos los problemas de la casa tenían comienzo y final en mí.
Yo los había creado y yo debía resolverlos, por la cuenta que me traía. No es
que viviera bajo amenaza, ni mucho menos, era sólo que prefería acabar con
ellos antes de que ellos acabaran conmigo.
Esa situación se hacía inaguantable por momentos. Siempre discutiendo.
Siempre enfadado. Me pasaba más tiempo en la cama compadeciéndome, que en pie
disfrutando de mis treinta y tantos, mal llevados según él.
Para colmo, la maldita crisis económica se estaba llevando todo por
delante y mi marido acabó en un trabajo que le gustaba aún menos que yo.
En mi caso fue diferente, me surgió la oportunidad de dar conferencias
sobre el positivismo y la mejor manera de afrontar los problemas. Tenía gracia,
yo dando consejos de cómo superar los malos momentos. Pero es lo que tiene
cuando de tu pared cuelga un título de licenciada en psicología. De las
primeras de mi promoción. Aquella Clara sí que aspiraba alto, muy alto. Suerte
que apareció mi marido para recordarme que mi sitio estaba en la cocina.
Ahora viajo mucho. Y casi mejor, el ambiente en casa es irrespirable.
Nunca quiere salir, ni tampoco hablar. Si le ignoro se enfada y si le hago caso
también. Con lo que la mejor manera de estar es no estando.
He llegado a la conclusión de que ya no puedo aspirar a más. Tengo
casa, un buen trabajo, un compañero de piso al que cuidar -y no hablo del
perro-, poco tiempo para echar en falta el amor, vamos, que lo tengo todo. Ya
no necesito sentir deseo ni sentirme deseada. Cuando quiero recordar lo que es
amor, me pongo una de esas viejas películas donde las chicas guapas conquistan
a hombres interesantes y se dicen frases como "no quiero perder la
oportunidad de conocerte".
Y así mi vida va bien, tranquila, centrada. No pierdo tiempo ni
esfuerzo en cosas inútiles como despertar interés en otros o estar enamorada.
Eso son cosas que no pasa.
Me encanta mi trabajo. Además, las conferencias me obligan a dormir en
Barcelona al menos un par de veces al mes. Es una suerte poder trabajar allí.
La ciudad es acogedora y mi empresa me ha buscado un buen hotel. Ya soy casi
como de la plantilla y hasta el director me trata de tú. Es un hombre serio, de
pelo canoso. No tendrá más de cuarenta y cinco, piel morena y cuerpo cuidado.
No me extrañaría que matara parte de su tiempo en ir al gimnasio del hotel.
Huele siempre a after shave y tiene una sonrisa blanca y perfecta. Un tipo
interesante, sin duda.
Tiene gracia cómo, en apenas cinco minutos, alguien consigue llamar tu
atención de una manera tan intensa. Al principio, no quise darme cuenta, pero
reconozco que acabé buscando la manera de coincidir con él, a mi llegada o
antes de marcharme, todo con tal de cruzar un par de frases cordiales y sin
fondo.
Ahora vuelvo de allí, de Barcelona. Voy leyendo una de esas novelas
pastelosas de Corin Tellado. Mi gesto es de fastidio, y no porque en la novela
la chica llore desconsolada porque el guapo de turno la haya abandonado, sino
porque hoy no pude despedirme como de costumbre de él. Cuando bajé, no estaba
en recepción y el taxi ya me esperaba en la puerta con el taxímetro en marcha.
Le dije a la recepcionista que se despidiera por mí y salí volando para no
perder el AVE.
Tampoco es tan grave, en un par de semanas volveré y coincidiremos. Le
preguntaré si le gustó la película que le recomendé y le daré las gracias por
el soplo sobre la exposición de Tàpies, aunque no me hubiera venido mal haber
ido con alguien más ducho en el tema, como él...
No. Esas cosas no pasan.
Mis pensamientos vuelan tan rápido como los postes que acompañan a la
vía del tren, cuando el teléfono móvil despierta escandaloso dentro de mi
bolso.
—¿Sí?
—Hola, Clara. Soy Moisés...
—¿Quién?
—Moisés Arias, el director del Hotel…
—¡Ah, sí! Dime. ¿Me he dejado algo?
—No, no. Perdona que haya buscado tu teléfono en la base de datos,
pero como no nos vimos esta tarde…
—Ya. Cuando salí no estabas y el taxi me estaba esperando en la
puerta. ¿Qué querías?
Ha sonado demasiado cortante. El silencio al otro lado del teléfono le
da tintes de suspense a la conversación.
—Bueno, yo… —titubea—. Vaya, en
mi cabeza parecía más sencillo…
No puedo evitar soltar una risilla inocente pero, en el fondo,
nerviosa. ¿Acaso es uno de esos personajes locos que se ha escapado de las
páginas de mi libro pasteloso? Carraspeo:
—Perdona. Continúa, por favor.
—Bueno, es sólo que voy a Madrid la semana que viene y me preguntaba
si te apetecería tomar un café conmigo. Si puedes. Si quieres…
No sé qué contestar. Nunca he vivido un momento como este, parece
sacado de una de esas viejas películas a las que me he enganchado para olvidar
lo asquerosa que es mi vida. Un hombre guapo e interesante me está llamando a
mí. ¡A mí! Estoy convencida de que tiene gente más que de sobra para tomar un
café. Pero me llama a mí, una treintañera pasada de kilos a la que hace siglos
que nadie saca a tomar ni el aire. Al otro lado, Moisés espera inquieto mi
respuesta. Quizá sí tengo algo que ofrecer. Quizá todavía estoy a tiempo. Pero
mi lógica aplastante toma las riendas de la conversación:
—Estoy casada.
—Lo sé.
—Hace mucho que nadie me lleva a tomar nada a ningún sitio.
—Algo intuía.
—Sé sincero. ¿Por qué me llamas? Pero nada de contestar eso de que
sólo es un simple café. A esta edad todos sabemos que es un mero trámite previo
a quitarme la falda. ¿Por qué yo? ¿Por qué conmigo?
Mi pregunta le pone aún más nervioso o quizá es sólo que se calla para
que no surja desbocada una posible carcajada. Le oigo tomar aire:
—Bien. Quizá tengas razón o quizá te equivoques… Yo sólo sé que, desde
que te vi, me pareciste una mujer increíble. Despiertas en mí un cosquilleo que
hace años que no sentía. Supongo que no debí llamarte y que, seguramente, estoy
haciendo el ridículo por decirte esto… Pero tenía que intentarlo. Tienes algo…
No sé… No quería perder la oportunidad de descubrir qué era.
Y por fin, después de meses, años sin hacerlo, me sonrío. Noto cómo me
voy sonrojando, despertando la curiosidad del resto de pasajeros del vagón. Y
no puedo por menos que aceptar ese café.
Cuento extraído del libro “Con
nombre propio”, Premio Tiflos 2013.çhttps://www.bubok.es/libros/241822/Con-nombre-propio
jueves, 18 de enero de 2018
No hay dos sin tres... EL PODER DE LA VOZ
Volvamos la vista atrás para
recordar la 3ª edición de EL PODER DE LA VOZ y todo lo que supuso.
Ciertamente, la saga continúa y,
jugando con esta idea, quisimos constatarlo a la hora de elegir los actores y
actrices que formaron parte de la tercera edición. Los Jara, los Jenner, los
Cantolla y los Mediavilla son una muy buena muestra de la calidad transmitida
de padres a hijos.
Si te perdiste la oportunidad de
verlo (y sentirlo) en vivo y en directo, aquí te dejo el evento al completo,
para tu disfrute.
O si lo prefieres, aquí van “en
pildoritas” cada uno de los textos que preparé para la ocasión.
Empezamos fuerte, recordando a Constantino
Romero. Sus trabajos como actor de doblaje y como presentador, su carisma y su
carácter, sus frases y lo que nos han despertado a lo largo de una vida que se
truncó demasiado pronto. De la voz de Jesús Olmedo hacemos un merecidísimo
homenaje al Maestro porque se lo merece, porque estamos en su tierra y porque,
a pesar de los años transcurridos, le echamos de menos como el primer día.
Los Jara, Sandra e Iván, nos
llevaron a una estación de tren, de cualquier ciudad, donde una joven espera o
desespera, mientras es observada por uno de los vigilantes de seguridad que
patrullan por el recinto. Ironía, cinismo y presuposición mezclado con unos
timbres de voz que nos arrancan una sonrisa amarga y nos despiertan emociones
empáticas al vestirse de unos personajes que, cualquiera de nosotros, podemos
encontrar mañana en nuestra estación de cabecera.
Los Jenner, David y Miguel ángel,
nos llevan de paseo en un taxi en el que, como si de una película se tratase, vemos
la transformación mágica y sentimental de los personajes. Ternura y franqueza
sobre ruedas de la mano de padre e hijo. Una historia de final suave, lento,
pero plausible, donde se nos muestra una
realidad al desnudo.
Los Cantolla, Héctor y Gustavo,
nos introducen en la agobiante atmósfera de una casa en la que un escritor
intenta terminar la novela de su vida. Tensión, terror, humor negro y
surrealismo encerrado entre cuatro paredes donde LA VOZ, nunca mejor dicho, se
hace imprescindible para seguir y comprender la historia. Un cuento que, por
primera vez en EL PODER DE LA VOZ, es interrumpido por el aplauso espontáneo
del público que se dejó llevar por la historia y por los actores que la dieron
vida.
Los Mediavilla, Nuria y Jose
Luis, con la colaboración “en diferida” de su padre Pepe Mediavilla. Un cuento
a tres bandas donde el sarcasmo y la mordacidad luchan por el control de una
empresa de publicidad. Lucha de sexos, lucha de carácter, lucha cotidiana que no
es más que el reflejo de la realidad que se esconde tras los cristales de
cualquier rascacielos de cualquier ciudad.
Os aseguro que fue una edición
única, cargada de sensaciones, de momentos para recordar, de anécdotas, con
alguna que otra ausencia y con un público entregado que no quería abandonar las
butacas. Por ese motivo, el presentador de la gala, Jesús Olmedo, acabó por
invitar a las parejas de actores a que tomaran la palabra, para deleite de los
allí presentes.
Espero que la magia que vivimos
en Talavera aquella noche traspase la pantalla y os haga vibrar y emocionaros
con las voces que llenaron el Teatro Victoria.
domingo, 31 de diciembre de 2017
Brindis
Parece increíble, pero ya han
pasado 365 días desde nuestro último brindis… Y, aunque la copa nos pese, no
debemos dejar de brindar, por nada ni por nadie.
Todos los recuerdos se
precipitan, como las últimas horas de este año completo y complejo, que se nos
escapa entre los dedos con la sensación de haber dejado temas pendientes,
llamadas pendientes, palabras pendientes, besos en espera y algún que otro tren
perdido por no saber llegar a la hora.
Nos vienen sabores a la boca: de
palabras que dijimos y sentenciaron; de palabras que no dijimos y se mueren por
ver la luz; de besos que dimos y se perdieron, y de besos que esperan el
momento de ser dados.
Pero nos prometemos que este 2018
será diferente, que haremos esto o aquello. Que empezaremos ese libro. Que
abriremos esa puerta. Que volveremos a ese
lugar. Que llamaremos a ese amigo que lleva todo el año esperando nuestra
llamada, porque la necesita, porque nos necesita, porque estamos tan ocupados
con nuestra vida que se nos olvida que los
demás también tienen la suya…
¡Y, realmente, estamos a tiempo
de cambiarlo!
Por eso toca brindar, señores,
sin duda. Por un año nuevo repleto de promesas que, esta vez sí, cumpliremos
liberando nuestra famosa lista de temas pendientes.
Brindemos por un perdón a tiempo
y un tiempo de perdón.
Brindemos por los nuevos proyectos
que llenarán las páginas de nuestra agenda.
Brindemos por los besos con luz y
taquígrafos, por los abrazos que cuidan y curan, por los viajes que nos llevan lejos, muy
lejos, donde los problemas no consiguen encontrarnos.
Brindemos por las nuevas
historias, que nos harán vibrar, y por las viejas, que nos hacen vivir.
Brindemos por los que están
lejos, para sentirlos cerca.
Brindemos para que en este 2018 también
tengamos tiempo de cometer errores y aprender de ellos.
Mis criaturas y yo os agradecemos
el tiempo dedicado, el odio destilado y el cariño que os hayamos podido
despertar. Os deseamos un año lleno de cosas buenas, de días importantes y de
sensaciones que os despierten todos los sentidos.
Y os pedimos que no dejemos nunca
de brindar: con una copa, con una jarra, con un chupito… porque, a veces, un simple
brindis nos puede cambiar la vida.
¡Feliz 2018!
Cat.
miércoles, 4 de octubre de 2017
Un, dos, tres...
Que “no hay dos sin tres” es un dicho popular que nos viene
al pelo…
Esta semana ha visto la luz el cartel de la 3ª edición de “EL
PODER DE LA VOZ” (la saga continúa).
Y nunca mejor dicho esto de “saga”, puesto que este año
subirán al atril sagas familiares del doblaje español.
Los Cantolla, los Jara, los Jenner y los Mediavilla son un
claro ejemplo de que la pasión por este trabajo también va en los genes.
Como ya es tradición, el evento tendrá lugar en Talavera (en
el Teatro Victoria), el 28 de octubre. Habrá música, habrá voces y habrá
cuentos que cuentan.
Mis criaturas están emocionadísimas, (como locas, os lo
aseguro), por tener nuevos actores y actrices que les den voz y vida.
Os dejo el cartel para vuestro deleite y os aviso de que las
entradas ya se han puesto a la venta. Yo que vosotros iba reservando butaca
para no perderme nada de lo que suceda esa tarde.
Nos vemos allí.
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