Sentada en mi banco, a la espera de mi taxista de
cabecera, disfruto leyendo el último libro de Millás.
¿Que cómo leo si no puedo ver? ¡De muchas maneras!
Nunca te lo he contado porque no quería darte envidia de todas las
posibilidades que tengo a mi alcance. Y es que, por suerte, un libro no es solo
de papel.
Está la opción clásica: en braille. Es lo más
parecido a leer “en tinta”, solo que usas los dedos en vez de los ojos. Pero no
es práctico, no es funcional. Un libro en braille ocupa mucho. Por ejemplo: “El
Principito” que en papel apenas ocupa las 70 páginas en un formato de bolsillo,
en braille se convierte en un armatoste de 35 cm de alto, por 27 de ancho y con
un grosor de unos 3 cm.
Yo leo en braille de vez en cuando, por ejercitar
el tacto. Pruébalo un día, busca una caja de medicamentos, por ejemplo, y
desliza el dedo índice por esos puntitos incongruentes… Las yemas de los dedos
son capaces de aprender a decodificarlos. Aunque pienses que es difícil, no lo
es. Cuando quieras te doy un curso intensivo y verás el partido que se le puede
sacar.
Otra opción que cada vez está más extendida, seas
ciego o no, es el audiolibro. Una “biblioteca sonora” que te acompaña allá
donde vayas. Voces de calidad leyendo solo para ti, envolviéndote con sus
palabras y contándote una historia que el autor ha inventado a base de mucho
esfuerzo y creatividad.
El problema es que, para ambas opciones, toca
esperar un tiempo prudencial a que el libro esté “traducido” a estos formatos.
Desde el momento que encargas la adaptación hasta que llega, pueden haber
pasado meses… Con el consiguiente riesgo de que, algún spoiler de los que viven agazapados por la ciudad, ya te haya
venido a destrozar la historia.
Por suerte, hay una tercera opción que elimina esta
tediosa espera: el libro digital. Y aquí quiero que escuchen bien atentos
aquellos detractores de este formato, para que entiendan por qué no deben librar una batalla contra
esta opción, ya que, para muchos, es la única manera de poder tener “a mano”
todo lo que se publica, al mismo ritmo que los demás.
El libro digital te permite llevar toda una
biblioteca en tu dispositivo. Solo se necesita una sencilla aplicación que lee
en voz alta, con voces cada vez mejores, fluidas y agradables, dándonos la
opción de poder escoger entre masculina o femenina, la velocidad, el tono, el
idioma… Y así, disfrutar de un ejemplar recién horneado y leerlo cuando aún es
noticia.
Las nuevas tecnologías, señores, es el
futuro y la inclusión absoluta, si ustedes quieren.
No todo el mundo es partidario, por la piratería,
por la idea romántica del libro como objeto y por eso de que “hay que leer en
papel”. Y tienen razón, a mí me encantaría, de verdad, pero puesto que no
puedo, que no me entornen las puertas de un mundo que está ahí esperando a que
lo viva con la misma intensidad que ellos.
Sin duda, leer en “tinta” es maravilloso. Sentado
en un parque, en el autobús o en la cama antes de dormir, asimilas las palabras
dándolas la entonación que quieres, hueles el libro, lo tocas, suena al pasar
las páginas, te llena las manos y tus ojos corren ligeros por los renglones,
devorando una historia que te ha atrapado y que no tiene pensado soltarte hasta
que tú no acabes con ella.
Es fantástico, algo mágico, de las mejores cosas
que podemos hacer en esta vida… Pero, cuando se te gastan las pilas y vives en
un perpetuo fundido a negro, hay que buscarse otras maneras de disfrutar de
esas historias. No es ni mejor ni peor, es distinto. Diferente. Y en esto, como
en casi todo, hay que respetar y entender que “cada uno sube las escaleras como
quiere” (o como puede).
Viene mi taxi. No dejes de leer, es bueno en y para
todos los sentidos.
Nos vemos.
Lucía.
Imagen:
https://minimoon.deviantart.com/art/Wall-to-Wall-books-60550365
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