Martes. Frío. Muy frío. Es de noche. La ciudad
se colapsa y se hiela, a partes iguales.
Ya sé que mi taxista de cabecera
estará atrapado en el atasco, que este no es un buen día para sentarnos a
charlar y que parezco un bulto sospechoso, en lugar de una persona: con mi bufanda
de cuadros rojos y un abrigo que amortiguaría una caída desde el piso 42… Pero
estoy calentita y tengo ganas de comentarte los últimos acontecimientos.
No me niegues que el sábado
noche, con el frío que caía, te quedaste en casita, pegado a la televisión,
para disfrutar de la Gala de los Goya.
Yo sí, lo confieso, con mis palomitas
y mi móvil cerquita, que estas cosas no se ven con la misma intensidad si no
sacas la cabeza al patio de twitter, para dejar constancia de lo que opinas,
aunque no le interese a casi nadie.
La gala empezó con intención de
divertir… Pero esa intención se desvaneció en el momento en que los
presentadores abrieron la boca. No debe ser fácil llevar con buen ritmo una
gala como esta, pero está claro que Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla han
conseguido lo que nadie imaginábamos que se podía conseguir: que hubiera
plegarias en las redes por la vuelta de Dani Rovira.
Los más jóvenes del lugar —y te
incluyo a ti, joven padawan—, quizá no recordéis los tiempos en los que Rosa
María Sardá hacía vibrar al personal con su particular forma de llevar la gala.
Desde aquí —y esperando que secunde la moción mucha más gente—, ruego a quién
corresponda que vuelva la Sardá para ediciones futuras.
Dicho esto, fue una gala reivindicativa,
donde se habló mucho de la mujer y por la mujer, aportando una colección de
datos que pondrían rojo al más pintado. Pero, en mi opinión, con exceso de
zascas al sector masculino que aguantó con una sonrisa casi todos los comentarios,
y que en algunos momentos eclipsó la razón de ser de la propia gala.
Muy bonito y llamativo el detalle
de los abanicos rojos… Aunque, para la próxima, pónganle la tilde. LAS
MAYÚSCULAS TAMBIÉN SE ACENTÚAN.
Geniales, a mi parecer, las
mujeres que salieron a presentar y que tuvieron tiempo de hacer su discurso.
Personalmente, me quedo con Paquita Salas. «¡Ole tú!».
Detalle feo, como siempre, el
momento del recuerdo a los que ya no están. Cierto es que lo de los aplausos es
un agravio comparativo que no se puede controlar. El público aplaude, porque lo
siente así, y no se puede coartar su libertad a la hora de emocionarse. Pero yo
me centro en una petición más sencilla de subsanar y que llevamos años
demandando: una voz en off que vaya leyendo cada uno de los nombres. Es algo que
agradecerá mucho la gente de mi club (ciegos, invidentes, discapacitados
visuales… como nos quieras llamar) y todos aquellos que, por uno u otro motivo,
tampoco acierten a leer la pantalla. Y no me vengas con la excusa de la
lentitud, que en tres horas debería dar tiempo a todo.
Pero vamos a lo importante: ¿quién
se llevó el gato al agua? Pues tres películas que son para chuparse los dedos: ‘La
librería’, ‘Handía’ y ‘Estiu 1993’. En inglés, euskera y catalán… ¡Y qué viva
la diversidad y la madre que los parió!
Que todo el mundo debería hablar
inglés, está claro, pero no es así. Que el catalán se puede entender si nos
fijamos en el contexto, puede ser. Pero, dime una cosa: ¿cuántos conoces que hablen
euskera? Esto nos demuestra que el cine español no es solo en castellano y, por
tanto, todas estas películas se han tenido que doblar para su consumo generalizado.
Entonces, señoras y señores Académicos:
si las películas han sido dobladas para su distribución en la mayoría de los
cines… ¿me pueden decir el nombre del gremio artístico que se dedica a la
traducción sonora de una película? ¡EXACTO, EL ACTOR DE DOBLAJE! Ese que no
tiene un premio asignado en su gala, ese
que nunca es tenido en cuenta cuando se ondea la bandera del “cine español” y
ese que, si ha fallecido, quizá aparezca fugazmente en el momento “in memorian”.
Señoras y señores del cine, a ver
si se van dando cuenta de estos detallitos. Claro que yo sólo soy una chica ciega,
en un banco, soltando una perorata a quién la quiera escuchar. A nosotros nunca
se nos tiene en cuenta, aunque nuestras opiniones sean verdades como puños… Puños
como ese que acabó por aplastar a los presentadores y que puso fin a una gala
para recordar por lo reivindicativa y no por divertida.
En fin, que hace demasiado frío
para que sigamos aquí charlando y mi taxista ha conseguido venir al rescate.
No dejemos pasar tanto tiempo sin
coincidir en este banco.
Nos vemos.
Lucía.