A veces, mis criaturas se llevan a “mis voces” a lugares donde nunca
antes han estado… Y, otras veces, son “mis voces” las que arrastran a mis
criaturas a sitios en los que jamás imaginaron estar.
En este caso, una de “mis voces”, Claudio Serrano, me ofreció la
posibilidad de impartir una clase en el Master de Locución de la URJC.
Aceptado el lance y solo con un breve audio de cada una de las once
voces que forman parte de la clase, me puse manos a la obra para encontrarles el
traje perfecto, que se ajustara a su medida y que les hiciera desfilar con la
elegancia y el estilo que sus voces merecían.
Era un reto, lo sé, complicado de cuajar apenas con una “demo” de un
minuto. Pero me encanta que me pongan las cosas difíciles y acabé por encontrar
un cuento diferente para los once alumnos que, sin duda,
supieron meterse bajo la piel de mis criaturas, de las que ya sabemos todos que
tienen siempre algo peculiar que contarnos.
Y con la seguridad que da tener un texto pensado y ajustado exclusivamente
para cada uno de ellos, allí nos fuimos mis criaturas y yo, a retorcer historias
y sensaciones, para sacarle todo el potencial a un grupo de nuevas voces, distintas,
cada una con un matiz singular, que las hace únicas, peculiares, perfectas para
encajar con la criatura que les asigné.
La experiencia fue increíble, aprendiendo y contagiándonos, los unos de
los otros, de una energía muy especial, que surgió espontánea y con
naturalidad. Sacando todo el potencial de una voz en ese punto intermedio entre
la locución, el radio teatro, el audiolibro… pero, por encima de todo, la
interpretación y la pasión por darle intensidad a un puñado de palabras perdidas
en un papel.
Y todo condensado y destilado en apenas un minuto escaso. Donde voz y
personaje se convierten en un solo ser. Donde las sensaciones y matices se
entrecruzan, se enredan y nos enredan hasta meternos en mitad de una historia
de la que sentirnos protagonistas o meros espectadores. Observando o actuando,
dejándonos llevar por la fuerza que mis criaturas y sus voces desprenden. Una
fuerza que, a veces, te atrapa y, otras, te arrasa.
Y así, aprendiendo y jugando, con seriedad y entre risas, con alguna anécdota
y algún consejo, se me pasaron las tres horas de clase en un suspiro.
Ahora, —y permitidme la licencia—, mis alumnos: Aitor, Rocío, Diego, Adrián,
Carlos, María Isabel, Enrique, Guillermo, Laura, Pablo y Jaime se han convertido
en una de “mis voces”, formando parte de mis criaturas y, de alguna manera,
espero que mis criaturas también formen parte de ellos.
Gracias a todo el equipo del Máster, por un trato exquisito y por
ponérmelo tan fácil: David, María, Pablo, Isabel, Jose… Y, en especial, a
Claudio Serrano, por brindarme esta oportunidad, por apostar por mí (y por mis criaturas), demostrando, una vez más, que la voz es el mejor instrumento para
transmitir emociones, si se aprende bien a usarlo.
¡Pasen y oigan!
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