-Y ahora que te veo, me doy cuenta de que el tiempo te ha pasado por
encima. Sólo hace un año que te perdí la pista, que me marché, y casi no puedo
ni reconocerte. Dónde está el hombre luchador que yo recordaba, ese que
conseguía todo lo que se proponía. Dónde está aquéll que plantaba cara a los
problemas y se rasgaba las vestiduras frente a las injusticias. ¿Dónde se
quedó, lo sabes? Estoy buscando al tipo que consiguió sacarme del pozo en el
que yo solita me había metido. ¿Sabes algo de él?, porque no es la persona que
tengo delante, eso está claro. Ya no tienes ese brillo en tus ojos, Guillermo,
ni tu sonrisa, ni esa fuerza. Ni siquiera eres capaz de mantener la cabeza
levantada mientras te hablo. Te refugias en tus cigarrillos abrazando con
pasión a esa maldita botella, con la misma pasión con la que antes abrazabas a
las mujeres. Con la misma pasión con la que, ilusa de mí, creí que me acabarías
abrazando algún día. ¿Qué fue del tipo que me deslumbró al conocerle? ¡Vamos,
di algo! Cómo has sido capaz de convertirte en esto, tú que presumías de estar
blindado ante todo y ante todos. Cuántas veces intentaron hundirte tirando por
tierra tu trabajo, tu carisma, lanzando rumores sin fundamento. Y daba igual lo
que dijeran porque todo parecía pasar por tu lado sin rozarte. ¿Y ahora?
Guillermo, siempre tuve fe en ti. No daba crédito cuando me contaron que habías
decidido tirar todo por la borda sin razón alguna. ¿Por qué? ¡Levanta la cara,
maldita sea, y mírame! ¿Qué razón tienes para estar así? ¿Qué ha sido lo que te
ha destrozado de esta manera convirtiéndote en un despojo de ti mismo? ¿Acaso
es por amor…? Quién es ella, dímelo. Qué te ha hecho. Tanto te duele esa mujer
que te dejas ir, así, sin más…
Guillermo, al fin, levanta despacio la cabeza y la mira, interrumpiendo
así el discurso vehemente que Sara le grita en mitad de una habitación sucia y
desordenada.
-Sara, con lo lista que fuiste siempre y aún no te has dado cuenta de
que eres tú quién me ha hecho esto.
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