martes, 29 de noviembre de 2016

Una tarde en el Máster de Locución de la URJC



A veces, mis criaturas se llevan a “mis voces” a lugares donde nunca antes han estado… Y, otras veces, son “mis voces” las que arrastran a mis criaturas a sitios en los que jamás imaginaron estar.
En este caso, una de “mis voces”, Claudio Serrano, me ofreció la posibilidad de impartir una clase en el Master de Locución de la URJC.
Aceptado el lance y solo con un breve audio de cada una de las once voces que forman parte de la clase, me puse manos a la obra para encontrarles el traje perfecto, que se ajustara a su medida y que les hiciera desfilar con la elegancia y el estilo que sus voces merecían.
Era un reto, lo sé, complicado de cuajar apenas con una “demo” de un minuto. Pero me encanta que me pongan las cosas difíciles y acabé por encontrar un cuento diferente para los once alumnos que, sin duda, supieron meterse bajo la piel de mis criaturas, de las que ya sabemos todos que tienen siempre algo peculiar que contarnos.
Y con la seguridad que da tener un texto pensado y ajustado exclusivamente para cada uno de ellos, allí nos fuimos mis criaturas y yo, a retorcer historias y sensaciones, para sacarle todo el potencial a un grupo de nuevas voces, distintas, cada una con un matiz singular, que las hace únicas, peculiares, perfectas para encajar con la criatura que les asigné.
La experiencia fue increíble, aprendiendo y contagiándonos, los unos de los otros, de una energía muy especial, que surgió espontánea y con naturalidad. Sacando todo el potencial de una voz en ese punto intermedio entre la locución, el radio teatro, el audiolibro… pero, por encima de todo, la interpretación y la pasión por darle intensidad a un puñado de palabras perdidas en un papel.
Y todo condensado y destilado en apenas un minuto escaso. Donde voz y personaje se convierten en un solo ser. Donde las sensaciones y matices se entrecruzan, se enredan y nos enredan hasta meternos en mitad de una historia de la que sentirnos protagonistas o meros espectadores. Observando o actuando, dejándonos llevar por la fuerza que mis criaturas y sus voces desprenden. Una fuerza que, a veces, te atrapa y, otras, te arrasa.
Y así, aprendiendo y jugando, con seriedad y entre risas, con alguna anécdota y algún consejo, se me pasaron las tres horas de clase en un suspiro.
Ahora, —y permitidme la licencia—, mis alumnos: Aitor, Rocío, Diego, Adrián, Carlos, María Isabel, Enrique, Guillermo, Laura, Pablo y Jaime se han convertido en una de “mis voces”, formando parte de mis criaturas y, de alguna manera, espero que mis criaturas también formen parte de ellos.
Gracias a todo el equipo del Máster, por un trato exquisito y por ponérmelo tan fácil: David, María, Pablo, Isabel, Jose… Y, en especial, a Claudio Serrano, por brindarme esta oportunidad, por apostar por mí (y por mis criaturas), demostrando, una vez más, que la voz es el mejor instrumento para transmitir emociones, si se aprende bien a usarlo.
¡Pasen y oigan!


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