sábado, 28 de julio de 2018

Siete años, siete cuentos: CUATRO DE PICAS


Siete años, siete cuentos: “Tengo superpoderes”

Y continuamos con otro de mis cuentos favoritos: CUATRO DE PICAS.

Este relato, donde Lucía nos cuenta como es su vida, es un reflejo de las miles de personas ciegas que viven su realidad de una forma positiva y peculiar.

La idea surge por una colaboración en uno de los blogs de MadridActual. Cuando me pidieron que escribiera algo, no demasiado largo, sobre la temática que a mí más me apeteciera…, pensé en contar la realidad desde el punto de vista de una persona ciega.

Lucía me ha dado grandes alegrías y ha puesto el dedo en la yaga de la incomprensión y la invisibilidad del mundo “vidente” en el que nos movemos. Un mundo del que tendemos a excluir a cualquiera que no cumpla los requisitos estandarizados de normalidad.

Os dejo la versión escrita y la versión sonora, con la voz de Sonia Ramírez, actriz protagonista del cortometraje “Para Sonia”.

Disfrutadlo.



TENGO SUPERPODERES

   Aún no son las ocho de la mañana y aquí me tenéis: helada de frío, sentada en un banco frente a mi casa, con el abrigo encajado hasta los ojos, esperando a mi taxista de cabecera.
   Me llamo Lucía, llego tarde a una reunión  y soy ciega.
   No me gusta presentarme así, por la misma razón que cualquiera que esté esperando el autobús no dice: «Hola. Me llamo Jaime, voy a coger el 43 y tengo mononucleosis». Pero es que más de uno (y de dos) me ha tachado de borde por no saludarle, así que yo ya lo voy avisando por si las moscas.
      Tengo superpoderes. Pensaréis que estoy loca y quizá tengáis razón, claro que para trabajar en mi gremio hay que tener un toque de locura, pero es la verdad: tengo capacidades especiales que los demás (la gran mayoría) no tienen.
   Si entramos en un café, podría deciros que la señora de la última mesa, en realidad, se está tomando un carajillo (y son las nueve de la mañana) o que el tipo de nuestra derecha viene del gimnasio y ha decidido no ducharse (gran error por su parte).
   También soy capaz de mantener una conversación mientras escucho las otras tres que hay a nuestro alrededor, saber el importe de la moneda que se  acaba de caer o la talla de un pantalón sin necesidad de buscarle la etiqueta.   Puedo haceros la mayoría de los cálculos matemáticos, sin tirar de calculadora, y he desarrollado una memoria prodigiosa a la hora de recordar números de teléfono, fechas, calles, convirtiéndome en una agenda con patas, muy solicitada entre mis amistades.
   Me encanta descubrir qué me han regalado sólo con la avanzadilla de coger el paquete, agitarlo, apretarlo y soltar la bomba: “es un juego de pulseras con cuentas de madera», dejando sorprendidas a las visitas con mis dotes adivinatorias. Descubrir quién es quién con un simple «hola» cazado al vuelo. O, con mi súper sentido del gusto, ser capaz de descodificar un sabor hasta reducirlo a un puñado de ingredientes.
   A estas alturas estaréis pensando que soy rara. No, yo no. La enfermedad que tengo, retinosis, sí que lo es, aunque a mí no me gusta catalogarla así, (realmente, no me gusta catalogar nada). Prefiero decir que es “exclusiva” porque somos pocos los que la tenemos. Eso nos convierte en personas únicas e irrepetibles que se mueven por la ciudad (y por la vida) haciendo uso de sus superpoderes.
   Quizá penséis que es una pena vivir así, sin poder disfrutar de los colores de un atardecer, de una película o del tipo guapo que se me ha sentado al lado en el metro. No lo veo, es cierto, pero ¿no creéis que si fuera tan importante ver, todos podríamos hacerlo? Yo puedo sentir el calor de ese atardecer, disfrutar de las fabulosas voces de nuestros actores de doblaje o, si la cosa sale bien, quizá descubra que, bajo el llamativo envoltorio  del chico guapo del metro, hay alguien mil veces mejor.
   Yo no le doy demasiada importancia a estos detalles de mi día a día pero, ciertamente, mi vida es una colección de retos que me obligan a estar activa, despierta, porque si el “juego” me resultara demasiado fácil sería muy aburrido.
Ahí llega mi taxi. Las prisas me reclaman. Nos vemos...




No hay comentarios:

Publicar un comentario